Los gatos son animales enigmáticos y asombrosos. La gente que tiene gatos sabe lo especiales y carismáticos que son.
Los gatos no siempre han tenido mala fama.
El gato llegó a la vida de los humanos hace 10.000 años. Es decir, su “domesticación” empezó hace 10.000 años (los gatos nunca se domestican, siempre mantienen su espíritu independiente y conectado con la naturaleza) en Oriente Medio, en la llamada “Media Luna Fértil”, lo que ahora es Turquía, Israel y Siria.
En esa época, los seres humanos comenzaron a asentarse en poblaciones y empezaron a cultivar y almacenar alimentos, sobre todo cereales. Los almacenes de grano atraían ratones, pájaros y otros pequeños vertebrados e invertebrados que, a su vez, atrajo a los gatos salvajes porque ahí podían conseguir muchos animales para cazar. Esto creó una relación casi simbiótica entre humanos y gatos: los humanos salvaban sus cereales (y alejaban la peste transmitida por las ratas) y los gatos conseguían caza abundante y fácil. Así es como los gatos llegaron a nuestros hogares.
En el Antiguo Egipto eran considerados animales sagrados, eran momificados y recibían sepultura. Esto se debía a que la diosa egipcia Sekhmet era una mujer con cabeza de león y, los gatos, estaban emparentados con ella. La diosa Bastet, protectora de los hogares y templos, representante del amor y la armonía, se representaba como una mujer con cabeza de gata.
Para llegar a imaginar la importancia de los gatos en Egipto, hay que decir que solo los faraones podían tener gatos. Además, la ley egipcia prohibía su venta y matar un gato conllevaba pena de muerte.
Más tarde, en la Antigua Grecia, los gatos eran animales de compañía, considerados un juguete de la familia, un regalo caro traído desde Egipto para las niñas y las mujeres jóvenes, debido a su cuerpo estilizado y carácter refinado y limpio (para los griegos, los perros eran la mascota más popular). Según las leyendas de la época, los egipcios no querían comerciar con gatos ya que eran animales sagrados, por lo que los griegos robaron algunos para llevarlos a Grecia. De esta forma, los gatos llegaron a Europa y se expandieron por todo el continente.
Los griegos mantenían a las comadrejas, mofetas y garduñas como animales para alejar a los animales silvestres y proteger sus cosechas, y poco a poco fueron aceptando a los gatos. Pero, aun así, la mascota principal de las familias eran los perros.
En la Antigua Roma, los perros seguían siendo la mascota más habitual, para la protección de la casa.
En el año 30 aC, Roma conquistó Egipto. Los romanos adaptaron la diosa egipcia Bastet, a la que llamaron la diosa Isis, una de las más poderosas, que reforzó el culto a los gatos y se convirtieron en una representación de la victoria.
En el siglo I de nuestra era los gatos comenzaron a hacerse populares en los hogares romanos. Pero, no solo en los hogares; el ejército romano llevaba gatos con ellos para evitar plagas de ratones en los campamentos y cuarteles militares, además de para entretener a los soldados.
En el Imperio Romano los gatos seguían siendo considerados animales muy importantes, casi sagrados, compañero en la vida y en la muerte. Incluso había personas con nombres que derivaban de la palabra gato: Felicla, Cattus, Cattulus etcétera.
En este periodo es cuando cambia la concepción sobre los gatos.
Después de siglos en los que se habían considerado animales muy importantes o sagrados, pasaron a ser animales “malditos”.
Por un lado, mucha gente apreciaba a los gatos porque mantenían a los ratones, ratas y pájaros lejos de las cosechas y de los almacenes de cereales. Pero, por otro lado, comenzó una tendencia a creer que los gatos eran animales diabólicos.
¿Por qué se consideraba al gato como un animal diabólico? Como en todo, hay muchos factores distintos.
Se popularizó la imagen del gato como animal cruel, que disfruta del dolor ajeno por la forma en que “juega” con su víctima antes de matarla. Esto hizo que se asociase con el diablo, que juega con el pecador antes de llevarse su Alma.
Otro factor que se interpretó como algo negativo fue el carácter independiente de los gatos. Según la interpretación Medieval del Génesis, se decía que los animales fueron creados para servir a los humanos y, debido a esta independencia de los gatos, que no obedecen como un perro, oveja, burro etcétera, se les consideró amigos del diablo, ya que no querían cumplir su función para la que fueron creados.
Fue el Papa Gregorio IX quien, en el año 1233, promulgó el decreto Vox in Rama en el que describía los rituales paganos y satánicos donde se veneraba una figura mitad hombre mitad gato, y pedía colaboración para acabar con estos rituales.
En este decreto, Gregorio IX no decía nada en contra de los gatos. Se limitaba a condenar los rituales donde idolatraban esa figura con forma felina. Lamentablemente, la gente lo interpretó como que los gatos eran animales paganos, satánicos y relacionados con las brujas, sobre todo los gatos negros. Esto llevó a la tragedia que vivieron todos los gatos de Europa en la Edad Media, sobre todo en los siglos XIII y XIV. Fueron prácticamente exterminados en todo el continente, de formas injustificablemente crueles, como quemados en hogueras.
Aquí actuó el karma. Al exterminar a los gatos de Europa, la población de ratas aumentó mucho y muy rápidamente. Las ratas pueden tener pulgas de la peste (Xenopsylla cheopis), que son los vectores de la bacteria de la peste (Yersinia pestis). Así se produjo la gran epidemia de peste bubónica que arrasó Europa en el siglo XIV, matando el 30-60% de la población total europea. En Asia, donde no se exterminó a los gatos, la peste tuvo un impacto mucho menor.
Afortunadamente, en el Renacimiento, los gatos fueron recuperando la normalidad y dejaron de ser considerados animales del diablo. Hay que destacar al Cardenal Richelieu, el de “Los tres mosqueteros”, que en el siglo XVII vivía rodeado de gatos porque le encantaban, además de recuperar su lugar en las Cortes de reyes y aristócratas de toda Europa.
En aquella época oscura para los gatos de la Edad Media, una de las creencias populares era que las brujas se convertían en gatos negros y, por eso, los gatos negros eran animales malditos que era mejor no cruzarse con ellos porque podían echar una maldición.
Existen otras leyendas para explicar esta creencia.
Una leyenda dice que había unos hombres que se cruzaron con un gato negro (es decir, con una bruja) y lo persiguieron, tirándole piedras, hasta acabar en un lugar muy peligroso. Al día siguiente, una mujer apareció lesionada (probablemente por las pedradas) y se creyó que aquel gato negro la había maltratado.
Otra leyenda dice que unos hombres vieron un gato negro y corrieron hacia él para cazarlo. El gato corrió hacia una casa donde se le perdió la pista. En la casa vivía una mujer que fue considerada la bruja que antes tenía forma de gato y había huido hasta su casa.
Esta es una breve historia sobre las supersticiones que existían y existen con los gatos y los gatos negros. Al principio de los tiempos eran animales sagrados hasta que, en la Edad Media, todo esto cambió para ser considerados animales diabólicos y brujas transformadas.
Afortunadamente, en el Renacimiento los gatos volvieron a ser tratados como animales de compañía, apreciados por alejar a los ratones, ratas y pájaros de los campos y almacenes de comida, y apreciados por su carisma y por esa elegancia tan especial que tienen en sus gestos y movimientos.
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