Procesionaria del pino (Thaumetopoea pitycampa)
Este lepidóptero es uno de los más peligrosos para los humanos y para nuestras mascotas.
Aunque es un insecto herbívoro que se alimenta de hojas de pino, cedro y abetos, tiene unas defensas muy poderosas para su supervivencia. Cuando todavía son orugas, su cuerpo está cubierto de pelos urticantes que contienen una toxina termolábil, es decir, que destruye tejidos corporales por medio de la producción de calor. Por eso, estas orugas son tan dañinas para las personas, sobre todo los niños, y para las mascotas.
Viven, sobre todo, en bosques de pinos del sur de Europa, norte de África y Medio Oriente. También viven en parques y en árboles de ciudades, de ahí que sean tan preocupantes.
Aparecen a finales de invierno o principios de primavera cuando empieza a subir la temperatura, y se ven hasta abril o mayo cuando la temperatura se vuelve demasiado caliente para ellas.
Cada nido de oruga procesionaria contiene entre 100 y 300 huevos y puede haber varios nidos en cada árbol, de forma que aparecen miles de orugas que, cuando están en tierra, caminan en filas que pueden llegar a medir metros.
Al encontrarse con una fila de procesionarias no hace falta tocarlas para ser “picado” por estas orugas. Basta que se sientan amenazadas para que disparen sus pelos urticantes y producir la temida reacción que puede ser muy dañina.
El efecto de la “picadura” de la procesionaria en humanos es, sobre todo, fuerte urticaria en la zona dañada, que puede desarrollar manchas rojas y ronchas. En los casos más graves, la persona puede presentar problemas respiratorios que requieren atención médica urgente.
El efecto de la procesionaria en perros, gatos y otras mascotas es más grave que en humanos. Se produce una reacción inmediata que incluye urticaria, hipersalivación, la lengua se inflama y se pone roja o morada, también en la lengua empiezan a aparecen ampollas y úlceras que pueden acabar necrosando partes de la lengua y puede perder estos pedazos. Además, a veces, su cara puede hincharse.
Si el animal se come la oruga procesionaria, podría provocarle la muerte. Por eso es muy importante tener mucho cuidado, salir por lugares donde no se ven estas orugas, vigilar por dónde va tu mascota, qué huele y procurar que no se lleve nada a la boca.
Puedes saber si tu mascota ha sido picada por la procesionaria por su comportamiento y por las reacciones de su cuerpo.
En casos más leves, si el perro o gato solo han olido a las orugas, pueden presentar rinitis aguda.
Si hay pelos urticantes por el aire y caen en sus ojos, pueden provocarles problemas oculares, inflamación de los párpados etcétera.
Si tu perro o gato ha tenido contacto con estas orugas, los síntomas principales son nerviosismo, inquietud, molestias en la boca que intenta tocarla con las patas o restregarla por el suelo, hipersalivación, inflamación de la lengua, labios e incluso cara, lengua roja o morada, vómitos, jadeo por dolor y/o dificultad para respirar, fiebre, convulsiones etcétera.
Si el animal ha tenido contacto con las orugas, hay que correr a un veterinario para que le administre un tratamiento de corticoides y antihistamínicos para evitar el alérgeno y la inflamación. Suele ser una inyección para que el efecto sea más rápido.
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